La función de los meniscos es dar una mejor superficie de contacto entre los huesos y proteger el cartílago de la rodilla, evitando su desgaste y reduciendo la posibilidad de una lesión.
La lesión de menisco es una de las más comunes en la rodilla. Algunos síntomas de este padecimiento son:
El tratamiento inicial de estas lesiones son el reposo, los antiinflamatorios y la rehabilitación.
En lesiones que no responden al tratamiento conservador o cuando hay lesiones masivas se requiere un tratamiento quirúrgico artroscópico. Este tipo de tratamiento es de los considerados de mínima invasión, ya que se realiza con dos pequeñas incisiones mediante un equipo especial.
El objetivo final de cualquier cirugía meniscal es la reincorporación total a las actividades deportivas y laborales aunque esto dependerá de la magnitud de la lesión y de la existencia o no de lesiones acompañantes en otras estructuras de la rodilla.
En algunas ocasiones, el daño al menisco es tan importante que no es posible la reparación y es necesaria la extracción parcial o total del menisco. Para estos casos existe la opción del trasplante de menisco.
El ligamento cruzado anterior es el ligamento de la rodilla que más frecuentemente se lesiona.
Los ligamentos en las articulaciones funcionan como estabilizadores manteniendo dos huesos unidos mientras se deslizan entre sí durante los movimientos.
Algunos síntomas de la lesión de este ligamento son:
Las lesiones parciales del ligamento cruzado anterior pueden ser tratadas mediante medidas conservadoras como el reposo, la fisioterapia y medicamentos, teniendo como objetivo retomar en su totalidad la actividad física previa a la lesión.
En caso de no lograr esto en las lesiones parciales o en lesiones completas con inestabilidad importante, la opción quirúrgica con reemplazo del ligamento dañado mediante técnica artroscópica es el tratamiento de elección, ya que esto nos permite evitar un desgaste prematuro de la rodilla afectada.
Podemos entender por artrosis, el desgaste de una articulación ocasionado por el envejecimiento natural del cartílago o como consecuencia de un traumatismo.
Los signos y síntomas más comunes son:
La artrosis de rodilla por lo general se presenta en personas mayores de 50 años, frecuentemente se da en mujeres y muchas veces está relacionada directamente con la osteoartritis.
Aunque la Artrosis es un padecimiento no reversible, si se detecta a tiempo pueden evitarse complicaciones y riesgos mayores mediante la administración de tratamiento médico, rehabilitador y la modificación de hábitos con lo que logramos reducir la posibilidad de recibir un tratamiento quirúrgico.
En un porcentaje pequeño de pacientes y principalmente en los casos de etapas avanzadas de la enfermedad el tratamiento conservador no da los resultados esperados y en ellos hay que considerar la opción quirúrgica.
Hay varios tipos de cirugías que se pueden realizar dependiendo de la gravedad de la lesión. Entre estas cirugías contamos con las siguientes:
La prótesis de rodilla es un reemplazo de la superficie articular de la rodilla, así como la realineación de esta hacia su eje normal retirando el cartílago dañado para evitar el roce de las superficies de los huesos que causan dolor.
Algunas de las indicaciones para colocar una prótesis de rodilla son:
Dependiendo de la magnitud de afectación del cartílago, el número de zonas afectadas de la rodilla, el grado de mala alineación de la rodilla y la existencia o no de cirugías previas se puede realizar una de los dos siguientes procedimientos:
El objetivo final de cualquiera de estos tratamientos tanto médicos como quirúrgicos es de recuperar la calidad de vida y volver a las actividades habituales familiares, laborales y deportivas.